Haciendo fila en Carulla verán en las revistas Jet-Set fotos de personajes de apellido Rothschild. La historia de esa familia es mucho más interesante que sus paseos en yate de la actualidad.
En 1815, Nathan Mayer Rothschild, - quién había nacido en Austria, pero vivía en Londres mientras tenía negocios de textiles además de negociar bonos y acciones en la bolsa de la ciudad - fue personalmente al pueblo belga de Waterloo para con sus propios ojos conocer el desenlace de la batalla entre las tropas napoleónicas y británicas. A su vuelta a Londres - con 24 horas de anticipación sobre las noticias del resultado de la batalla - se veía apesadumbrado, con cara de preocupación. Quiénes lo vieron interpretaron su semblante como una derrota de las tropas británicas desencadenando una venta masiva de los bonos de la corona inglesa. Por su parte, subordinados suyos aprovechaban para comprar tantos bonos como les era posible.
Las noticias de la victoria del Duque de Wellington en Waterloo finalmente llegaron a la City de Londres cambiando la dirección de los precios y en consecuencia originando una gran fortuna para Nathan Rothschild. Su habilidad en los negocios e inversiones acrecentó su riqueza en las décadas siguientes.
Sobre él y su familia se refirieron:
En general, planean bien, con gran inteligencia y destreza en la ejecución, pero Nathan es al dinero y a las finanzas lo que Bonaparte era a la guerra.
El dinero es el Dios de nuestro tiempo, Rothschild su profeta.
Esta historia sobre Nathan Rothschild, además del cotilleo sobre sus herederos, sirve para entender dos fenómenos comunes: el comportamiento de manada, la tendencia a delegar decisiones al razonamiento de otros.
La venta masiva fruto de la especulación del semblante de Nathan trae a mi mente la historia de la profesora que preguntó a sus alumnos en clase de aritmética si en un corral con nueve ovejas, una de ellas salta la cerca, cuántas ovejas quedan. Uno de los alumnos respondió cero. La profesora incrédula repitió la pregunta. El alumno volvió a responder cero. La profesora lo inquirió diciendo que no conocía de aritmética. El alumno respondió diciendo que ella no conocía de ovejas.
La tendencia a delegar nuestro razonamiento es también común entre los participantes de los mercados de valores. A mi juicio, la actitud ganadora es hacer lo que Nathan: personalmente ver lo que sucede en la batalla y actuar en consecuencia.
Gracias por leer,
Si esa es tu fórmula, me alegra y confío mas...