El Consejero imperial Partenio había acompañado los gobiernos de Nerón, Vespasiano, Tito, y Domiciano. Su lealtad a Roma y a los emperadores era inquebrantable. Aún así, en su mente corría la idea de que bajo el mando de Domiciano Roma empezaba a correr peligro. Las legiones en las fronteras no estaban recibiendo los suministros requeridos para luchar con los bárbaros del norte. Las purgas a los senadores y sus familias incrementaban la posibilidad de nuevas conjuras que desestabilizarían el Imperio. El asesinato de Agrícola, fruto de los celos del emperador por su conquista de Britania, era particularmente preocupante en tanto que indicaba la cada vez más notoria falta de juicio de Domiciano. Partenio entró a la cámara privada de la emperatriz Domicia.
- Augusta, ¿has solicitado mi presencia? - se dirigió Partenio a la Emperatriz.
- Sí Partenio. Hemos de hacer algo. Domiciano está acabando con todo y todos. Sino actuamos nosotros seremos los próximos. El Emperador sospecha hasta de su propia sombra.
- ¿Tiene la Emperatriz de Roma, alguna propuesta en mente? - preguntó Partenio quién empezaba a construir ideas en su cabeza -.
- La única solución será su muerte. Mi esposo está cada vez más demente. - inquirió Domicia Longina -.
- El Emperador está siempre rodeado de pretorianos. cualquier plan para asesinarlo tendrá que estar muy bien orquestado. -Sostuvo Partenio -.
- Debe haber alguna forma por eso acudo a ti Partenio. Piensa sobre ello y no dudes en involucrarme. - Respondió Domicia Longina -.
Partenio asintió con la cabeza, mientras se excusaba para retirarse del recinto de la Emperatriz.
- En qué momento traicionar al Emperador empezó a ser una opción real. - Se preguntaba Partenio a sí mismo mientras caminaba por la majestuosa Domus Flavia -. He servido a Roma y sus emperadores con lealtad: ¿Es mi función cambiar el curso de la administración romana conspirando contra Domiciano? ¿Soy servidor de Roma o del Emperador? He vivido procurando cumplir la ley: ¿Por qué habría ahora de cometer la mayor violación posible?, por más que intento justificar a Domiciano: si queremos salvar a Roma sólo queda cambiar el curso de los acontecimientos promoviendo el ascenso de un nuevo Emperador.
La conjura contra Domiciano, en efecto, se materializó. Cayó asesinado por su esposa Domicia Longina, mientras su guardia personal luchaba contra unos gladiadores que habían entrado al palacio imperial con el propósito de matarlo. La resolución de Partenio había dado sus frutos. Aunque seis meses después pagó por ello torturado por Casperio y Norbano los jefes del Pretorio que tanto amaban a Domiciano.